¿No lo diré yo a nadie? Una palabra
me hace escarbar constante en mis sentidos
y en mis labios la voz me hace temblar.
Tiemblan mi corazón y mis razones,
en lo recóndito sé reconocer
dentro de mí dos voces que al unísono
celebran o se duelen de la vida.
Una es sensible, simple, razonable;
otra es furiosa, dura, intempestiva;
ninguna cede a otra, así conviven.
Y me obligan a ver un nuevo incendio
sobre el pecho que nunca tiene escudo
y recibe de golpe cada golpe.