No sé qué silencio usar
Para hacer el monumento del sonido
Tal vez el fragor de las cascadas
En las vísceras del hielo contenido
Tal vez el del zumbido
Derramado
De un caracol triturado, hecho añicos
O el silencio que queda en los abismos
Después que cae un pájaro herido.
Puedo usar el silencio de los astros,
Que se apagan en la carne de los siglos
-no quiero el silencio que sucede
A las balas de ningún suicidio-
Puedo usar el sonido de tu boca
Cuando en un beso infinito nos hundimos
O el silencio del silencio cuando saltan
Por el aire los desollados ruidos
De la ciudad que se debate en mi ventana.
Hay otros sonidos de martirio
Que dejan silencios mucho más dolorosos
Esas trompetas con que nos derretimos
Volando como evaporados pozos.
Ya elegiré bien con cuidado los ladrillos
De mi torre para construir la anatomía
De la música donde tú y yo vivimos.
Ahora me preocupa el pedestal
La base donde quedará erigido
La palabra que diré para ofrecértelo
Porque de tantos silencios elegidos
Si digo el término equivocado
Podría derrumbarse mi obelisco.
¡Creo que he encontrado el material más adecuado!
Es el silencio de la palabra olvido.
Ahora puedo cantar ¡canta conmigo!
El monumento cantará callado.