Me dejo caer
como pedazo de agua en el recipiente de la nostalgia,
sin que esto signifique acabar de morir
desciendo.
El recuerdo es el estigma de un puñal
que atraviesa mi puerta todas las noches,
cuando el blanquecino de los sueños
abre veredas en mí
y la magia de la tarde cae, como luz perpendicular,
en un almendro, sonrojándolo,
y entonces llueve sin que lo pueda evitar
sobre la niña del letrero publicitario de mis recuerdos
y en el blanco de las manos de mi madre.
Pero la tarde también trae consigo
residuos de ceniza
dejando mis labios con sabor a tumba,
y yo empaco los vestidos que jamás estrenaré
me desnudo al paisaje,
en un vuelo origami desciendo,
me dejo caer,
como pedazo de agua
recuerdo,
sin que esto signifique acabar de morir.
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