Voy siguiendo tus pasos muy de lejos,
Descifrando tu estela ensangrentada
Y el rastro de tu cruz que en el terreno
Serpea y se disipa en la distancia.
Quiero encontrar tus sienes espinosas,
El divino refugio de tus llagas
Y el olor a vinagre de tu boca
Que puede perdonar mis muchas faltas.
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Se hace de noche
Y no quiero acampar. En la montaña
Pude escuchar a mudos dando voces,
Vi a ciegos que estrenaban la distancia,
A leprosos besar sus propias manos,
Y a sordos bautizarse en la palabra.
¡Y vi muertos salir del camposanto
Volviendo jubilosos a sus casas!
Voy detrás de tu voz que aplaca mares,
Buscando curación para mi alma
Y un corazón partido en dos mitades
Que tiene aroma de hostia consagrada.
Sé que estás más allá, pero te busco
Con hambre y sed, exhausto por la carga.
-Me hablaron de un madero al fin del mundo
Donde la Vida fue crucificada-.
Yo sé que te hallaré, que al fin tus manos
Remendarán mis redes malogradas
Y me harás reposar de este cansancio.
Y cuando al fin te alcance… ¡será el alba!