a Fernando Montes
Bajo el amparo antiguo de una encina,
a su sombra que es luz, paz y memoria,
miro las mariposas indecisas,
el sueño raudo de una golondrina
que vuela y es la primavera vez.
(pienso en mi privilegio de pensar
y me parece pero, caída, perversión)
Oigo la historia lenta de estos montes,
el rumor de las aguas recordadas,
el croar de las ranas que ya no,
el graznido calcáreo de la urraca,
el olor de los trigos maduros y el silencio
como seda rasgada por mi respiración.
(pienso en estas palabras
que ocultan lo que nombran)
Hemos nacido rotos, imposibles:
una mano a la tierra, la otra al arma,
una mano que pide, otra que da,
que acaricia animales o el misterio
de un cuerpo que se va. Miro mi sombra
en la tierra, lejana del ejemplo del pájaro,
la lección de la encina, la humildad de los juncos,
el alma sosegada de los álamos,
el secreto tan claro de la tierra.
Pienso en mi privilegio de pensar
bajo el amparo antiguo de una encina.
Tal vez mi solo don, mi sola sombra,
es este pensamiento, esta pobreza.