Príncipe de la paz

Dedicándole la comedia de la Mogigata.
Esta que me inspiró fácil Talia
moral ficción, y aguarda numeroso
pueblo que ocupe la española escena,
voz adquiriendo, movimiento y formas,
hoy te presento con afecto puro
de gratitud y amor: que en vano aspiro
por otra senda a la difícil cumbre
subir del Pindo, en vano; y muchas veces
lloré burlado el atrevido intento.
¡Cuántas, pulsando las aonias cuerdas,
quise prendar con números suaves
la esquiva hermosa, que en silencio adoro,
y la voz imitar y la armonía!

Que un tiempo el eco en la floresta verde
repitió del Zurguén! Quise, animado
de más sublime ardor, sonando Clio
la trompa que marcial ira difunde,
de España celebrar los altos triunfos.
De el cuello altivo sacudiendo rota
la bárbara coyunda: en las arenas
de Libia ardiente, el vencedor vencido;
Numancia satisfecha en el estrago
de la soberbia Roma, abandonada
al espantoso militar desorden:
dueño Cortés del estandarte de oro
en los valles de Otumba, y a sus plantas
el cetro occidental. Pero ofendida
culpo mi error la Musa de Menandro,
y la cítara y flautas pastoriles
quitome airada, y el clarín de Marte.

Sigue, me dijo, por el rumbo solo
que te indica mi voz, si honor procuras
que a pesar del silencio de la muerte
haga tu nombre eterno. Yo amorosa
una y mil veces en tu labio infante
dulce beso imprimí, y al repetido,
celeste arrullo que entoné, dormías.
Tú mi delicia y mi cuidado fuiste,
y en ti los que vertió propicios dones
naturaleza, cultivar me plugo.

Ya con festiva aclamación sonando
la patria escena, en su alabanza justa
tu gloria afirma. Sigue, y en la cumbre
del sagrado Helicón, que Cintio baña
con su luz inmortal, las Musas bellas
de yedra y lauros te darán corona.

No te ofenda, señor, si tan humilde
tributo te consagro; ¿y cual sería
de la grandeza de tu nombre digno?
Limitado es el don, rico el deseo;
y no bastando a más la vena estéril,
cuanto puedo te doy. Así postrado
ante las aras que levanta rudas,
suele el cultor acumular los frutos
sencillos de su campo, y los ofrece
al alto numen tutelar que adora,
y aromas vierte agradecido, y flores.


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Poema Príncipe de la paz - Leandro Fernández de Moratín