¿Porqué, pues, ya no elogias
el poder de mis armas,
ni mis bellas conquistas,
en dulce metro, cantas?…
– Me preguntó, curioso,
Cupido esta mañana
que a visitarme vino
al despuntar el alba.
– Porque me has engañado,
porque Nise es ingrata,
porque hice juramento
de abandonar tus aras
le contesté, sañudo;
y entonces él, con gracia,
me replicó, diciendo:
– Es muy bella la causa.
¿No ves que por mis leyes,
que todo el mundo acata,
las promesas son burlas,
los juramentos, chanzas?
Olvida, pues, a Nise
si Nise te es ingrata;
pero no menosprecies
a todas las muchachas.
Mira el talle de Zoila,
de Amelia la garganta,
los ojos de Matilde,
la boquita de Laura.
¿Renuncias a la dicha?…
No seas necio, ¡vaya!,
por una bagatela
infelice no te hagas.
Y diciendo y haciendo,
nuevo dardo me clava,
dejándome cautivo
de tus encantos, Laura.