Te bordé mis besos en la esquinita del pañuelo
para que los tuvieras al alcance de los labios
y te grabé mi nombre
en la cicatriz más honda
para que lo sintieras al palpitarte la vida.
Pinté versos azules
para que hicieran juego con tu mirada
y aprendí tu lenguaje para hablarte a la distancia.
Te di desde la carne hasta el alma
y sólo me he quedado
guardando la vida dentro de un saco de huesos
por aquello de que…
¿quién sabe? Tal vez vuelve…