¿Nunca hallare en el mundo el abrigaño
Que no suele faltar ni a los bandidos?
¿Nunca en mi quieta vida de ermitaño
Sonaran los gorjeos de los nidos?
Por su promiscuidad odio el rebaño;
Solo a la noche entrego mis gemidos;
Mas nunca ha de mostrar mi rostro huraño
El gesto que revela a los vencidos.
Huérfano soy; mas mi altivez patricia
Aminora mi peso de pesares
Y me impide adular a la estulticia.
Indiferente al soplo de la racha,
Mi existir, sin cuidados familiares,
Es gobelino que se deshilacha.