Ya no me queda orgullo. Me estoy haciendo viejo
Y tengo pocas cosas de las que presumir.
Rehúyo cuanto puedo mirarme en el espejo
Y estudio con recelo mi corto porvenir.
Fue ayer; ayer fue todo. Ayer fue – me parece –
La chispa de mis ojos y mi mundo infantil,
La casa de madera con el número trece
Y mi madre lavando del color del añil.
Ayer fue que mi padre fumaba en la neblina
Del cuarto y que mi hermano se peinaba hacia atrás.
Ayer vi de reojo la niñita vecina
Con un amor secreto que no conté jamás.
La rueca de mi vida, de tanto hilar historia,
A veces, desgastada, gira y gira al revés
Y, Penélope loca, desteje en mi memoria
Imágenes inciertas, retazos de niñez.
Y es raro. Soy el mismo. Yo sigo siendo el mismo
Más lento, pero el mismo, que hoy viajo hacia el oeste.
Mis más sencillos gestos son actos de heroísmo,
Y a veces me preocupo pensando en lo celeste.
Mas sigo mi camino, consciente de que todo
Se oxida, o pierde el brillo o llega a su final,
Y al fin, de tantos golpes, mi ánfora de lodo
Derramará su vino y esparcirá su sal.
Ayer, ayer fue todo. Y habrá nuevos mañanas
Y ayeres, y otros seres que en este devenir,
Como yo, serán niños a pesar de las canas,
Y llorarán de pronto con repentinas ganas
Ante el inevitable misterio de morir.