El Hombre cae en la tierra, mas su
Tiempo cae en la Eternidad.
Federico:
Te he visto, aquí, sentado, sobre una piedra negra,
Frente al mar que amansaba su furor en la playa,
Mientras el sol pulía tu perfil de gitano
Sobre el remolino limbo de la tarde dormida.
Te he visto así: sentado, con la camisa abierta
Calcinando tu pecho bruñido de marino;
Apagando las voces de tu guitarra ardiente
Con el opaco grito de un puñado de arena.
Verde gitano nuestro que maduró la muerte
Cuando pasen mil años, junto a esta misma piedra,
La misma arena amarga que levantó tu mano
Aún estará llorando tu nombre amanecido.
Cuando te arrodillaste sobre la tierra tuya
El mar, que oreó tu pecho con su aliento de yodo,
Calló… Las caracolas rumorosas de música
Apagaron de pronto sus milenarios cánticos.
Granos de terciopelo de la arena marítima;
Caminos de los vientos que se llevan los sueños;
Noches enloquecidas por júbilos de mundos;
Alas que traen y llevan su música encendida;
Todo: viento y arena; mundos y alas y noches
Lloran albas de sangre sobre tu nombre claro.
Federico: los años han secado tus carnes;
En ellas han penetrado gusanos de la tierra;
Pero tu voz remota, poderosa de símbolos,
Como el mar, no está muerta…
Entre un vuelo de albatros y un tumulto de estrellas,
Se volvió al infinito tu fiesta de Canciones.
Cuando pasen mil años, junto a esta misma piedra
Que destacó tu estampa sobre el telón atlántico,
Aún estaré esperando que otra música análoga
Taladre el laberinto de cal de mis oídos.