Siempre quedan los papeles llenos de metralla
encima de alguna mesa.
Pero más triste es morirse de hambre
y sin chaqueta y lejos de la patria.
Por eso hoy, Antonio Machado,
rasgo todos los versos,
todos los discursos de después de la comida
y me quedo en mi cuarto
mirando hacia afuera, mientras sigue la lluvia.
Por eso y porque es febrero,
tantas veces cuajado de nieve
pero tan pocas de copos de libertad.
Y porque el Volga
se deshiela a estas horas y en el Mediterráneo
llamean las aguas que te vieron morir.
Y también
por los dos versos
que encontraron en tu bolsillo y que dicen:
“estos días azules
y este sol de la infancia”.
Por sobre todo, padre mío,
porque estoy desnudo como los hijos de la mar.
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