Oda decimoquinta

El gran saxofón negro
Da el sonido enorme,
El sonido de la supernova
Que vibra en nocturno espacio sonoro
El abismo pulsar,
El gran saxofón negro
Da el sonido de la luna en sangre,
-en sangre convertida
En el ojo de Daniel, de Pedro, de Juan,-
Da el sonido del sol Sacodecrin,
Del sol viejo, del sol frío,
Del sol opaco, vacío, amargo,
Ciego, áspero, apagado,
Del sol exprimido, caído adentro de sí mismo,
Como un agujero,
En el día sin día ni noche,
-en el primer día sin luz,-
-en el primer día sin sombra,-
En el día del topo,
En el día del erizo negro,
Y el jardín exhalante,
De flores altas como mujer
Que se da en sus bodas,
Con claveles de audacia blanca,
Y rosada y amarilla y roja,
De castos mármoles olorosos,
De azucenas y nardos
Erguidos en falos blancos
Como espadas de amor,
El jardín de orgasmos
De masculinos-femeninos
Llameantes himeneos,
Cae devorado por el succionador
De la leche de la mujer,
El gran saxofón negro
Da el sonido del dinero,
El sonido de la fiesta metálica
De los trajes de muerte,
Y de ciudades cayendo sumergidas
Por toboganes lustrados,
-los toboganes de fríos largos
Como las boas del miedo,-
Alguien despeina su cabellera nocturna
En una ventana iluminada
Y sus cabellos se derraman
Como una copa de veneno,
Lava sus dientes ante un espejo irisado,
Pero sus dientes mastican papeles sucios,
Y el amor es una gran máscara,
-la del despojado de las palomas
Blancas de la confianza,-
Y se ve la cara del Hueco,
La cara de buitre del Vacío,
La cara de la demencia
Llamada Nada,
Su mirada bestial quema
Como el hielo polar
Porque ella es todo,
-completamente todo,-
Lo que no existió nunca,
Ni existe ahora,
Ni existirá jamás,
La conocemos a ella,
Morimos por no verla,
Y gira, gira en alto,
La espiral del caracol
En llamas, del caracol vivo,
Del caracol de carne y vegetales,
En trompo vertiginoso de fuego
Hasta enfriarse en hueso solitario.


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Poema Oda decimoquinta - Orfila Bardesio