El cerco de zamora

(Romance histórico)

1

Contra todo ardid guerrero
Zamora está bien sentada:
De un cabo la corre Duero,
Del otro Peña Tajada.

La ciñen a la redonda
Unas torres muy espesas,
Muro fuerte y cava fonda
Con sus barbacanas gruesas.

Y al verla con tal muralla
No hay cristiano ni agareno
Que la quiera dar batalla
Ni embestirla en su terreno.

De su padre en rico don
Doña Urraca la tuviera
En aquella partición
Que de sus reinos hiciera;

Mas don Sancho de Castilla,
Que anhela mayor estado,
Siempre tuvo por mancilla
Ver su imperio desmembrado;

Ver saltar del cetro e oro
Joyas que de estima son:
Galicia, Zamora, Toro,
Con Asturias y León,

Y que, siendo el heredero
De sitios fuertes y llanos,
Pierda de su haber y fuero
Por la pro de sus hermanos.

Traspasar la jura quiso
Que hiciera no de buen grado:
Puesto en armas de improviso
Sus huestes llamó a su lado

Y lidió con tal fortuna
Que en hierros puso a García
En el castillo de Luna
Y a don Alfonso en Mongía.

Era Sancho tan gamón
Que las barbas le apuntaban;
Pero en bravo corazón
Pocos hombres le igualaban.

Al Duero va sin demora,
De Safagún fuerzas saca,
Pues suspira por Zamora
Que conserva doña Urraca

Y pasa ya las orillas
Del murmurador raudal
Que besa flores sencillas
Con los labios de cristal.

Al instante cabalgara
Con el Cid campeador
Y Diego Ordóñez de Lara
De Zamora en derredor.

Luce galas muy ufanas
El de Vibar, buen jinete,
Con espuelas italianas
Doradas y de rodete

Y a los rayos encendidos
Del sol brillan los metales
De los arneses febridos
De sus piernas y brazales.

Penacho de blanca pluma
Sobre el yelmo se desmaya
Como la nevada espuma
Sobre la tendida playa

Y revelan las labores
Del follaje en su gorguera
Las manos y los amores
De la hermosa que venera.

Su trotón es alazán,
Nariz ancha, vela enhiesta,
Con ímpetus de volcán
Cuando a reventar se apresta.

El Rey, sobre su armadura
Rica veste desplegando,
Cabalga con apostura
Siempre a la ciudad mirando.

Su cuadrúpedo violento,
Que frenos de plata muerde,
Lleva fino paramento
De damasco azul y verde.

Con cortapisa preciosa
De unas martas cebellinas:
Es negro, cerviz hermosa;
Por crin tiene sedas finas.

Cubierto de limpio acero
El de Lara lozanea
Dando riendas a un overo
Que el viento beber desea.

Los tres miran larga pieza,
Como de común intento,
La ciudad, su fortaleza,
Las murallas y su asiento.

Sus puertas están cerradas
A enemigos tan cercanos
Y sus torres coronadas
De valientes zamoranos

Que fieles a sus pendones
Forman las segundas vallas
Con pechos y corazones
Encima de las murallas.

Al volver para sus tiendas
Tuvieron tal razonar,
Deteniendo ambos las rienda,
Don Sancho y el de Vibar:

“-Vedes, Cid, cómo es muy fuerte
Contra toda hostil hazaña;
Si la hubiese por mi suerte
Sería señor de España.

“Conmigo deudos habedes,
Pues mi padre os dio crianza
Y os acrezco las mercedes
Cuanto mi poder alcanza.

“Vos di más que un gran condado
Por vuestro merecimiento
Y el mayor sois a mi lado
De mi casa e valimiento.

“Vos quiero rogar agora
Cabalguéis de buena gana,
Que vayades a Zamora
A doña Urraca mi hermana;

“Digades que he de servilla
Con mi hacienda y mi poder;
Pero que me dé la villa
O por cambio o por haber;

“Que he de darla en este trueco,
Como cumple a mi largueza,
A Medina de Rioseco
Con Tiedra que es fortaleza;

“E si no quiere otorgarla
Tengo huestes aguerridas
Y por fuerza he de tomarla
Con ingeños e bastidas.”

-“Señor, con ese mandado
Que vaya otro mensajero
Ca de Urraca fui criado
Y a mi honor no es cumplidero.”

-“Si no la recabáis vos,
Que no conocéis segundo,
No la espero, vive Dios,
De ningún home del mundo.

“Catad que de honor no es ley
Ni caballerosa fama
Con desaguisado al rey
Complacer a alguna dama.”

-“¡Harto ingrato fui a su amor
Con desaire y con desdén!
¡Fuérale tal vez mejor
Amar a quien ama bien!

“Que ella me calzó la espuela
Y adornando mi persona,
Diome el casco y la rodela
Y ciñóme mi tizona.

“Si las lides me llamaban
Las lágrimas le salían
Y del corazón manaban,
Que la faz le escandecían.

“Puesta la rodilla en tierra
Pedía gimiendo a Dios
Que si yo finaba en guerra
Que finásemos los dos.

“Y facía su oración
Con suspiros y con lloros
Guardando mi corazón
De las lanzas de los moros.

“No esperaba tanta pena
Ni mereció por castigo
Que los brazos de Jimena
Le robasen a Rodrigo.”

“Non curedes vos del duelo
Que hagan melindrosas dueñas;
Curad de allanar el suelo
Que no acata mis enseñas.

“Curad que vuesa loriga,
Que nunca pudo bollar
Flecha ni lanza enemiga
En combate singular,

“De su temple tan seguro
No venga a desmerecer
De Zamora bajo el muro
Por lágrimas de mujer.”

-“Vos sabréis que no falsea
Los temples de mi armadura
Ni el bote de la pelea
Ni el ruego de la hermosura.

“Me es ingrata tal misión,
Pero tanto me afincáis
Que, infiel a mi corazón,
Cumpliré lo que mandáis.”

Calló el Cid que reprimía
Con suspiros el afán,
Pues al rostro le salía
Todo el interior volcán.

Veloz como el pensamiento
Para Zamora partió
Y cuando al altivo asiento
De sus murallas llegó

De su corcel los ardores
Enfrenó y la furia inquieta
Rogando a los defensores
No tirasen de saeta;

Que venía de embajada,
No de guerra ni de engaño,
Y entonces se le dio entrada
Sin que recibiera daño.

2

Por la muerte tan sentida
De su padre don Fernando
De negro monjil vestida,
Negro estrado está ocupando

Doña Urraca, cuyos ojos
Son dos piras de dolor
A los fúnebres despojos
De su Rey y su señor.

A su lado con respeto
Arias Gonzalo se ve,
Caballero muy discreto,
Sin par en virtud y fe,

Previsor y derechero,
De sano consejo y brío,
Que a nadie quebranta fuero
Ni traspasa señorío.

Al estrado se adelanta
El de Vibar con mesura
Y apenas lo ve la Infanta
Cuando a limpiar se apresura

Con un finísimo holán
Las lágrimas indiscretas
Que por sus mejillas van
A decir cosas secretas.

Dala el Cid salutación
Y a don Arias juntamente
Y expone su comisión
Añadiendo reverente:

-“Porque yo a mi Rey venero,
Vine con mensaje tal;
Las cartas y el mandadero
Libres son de sufrir mal.”

Atenta escuchó la Infanta
Y la voz casi añudada
Desató de su garganta
Respondiendo a la embajada:

-“Mezquina de mí… ¿qué haré
Si al rigor de tantos males
En mi sangre no hallo fe
Ni piedad en los mortales?

“¡Rey don Sancho! ¿Qué decoro
Te has podido prometer
De dejar en paz al moro
Por dar guerra a una mujer?

“¡Rey don Sancho! ¿Qué laureles
Busca tu furor insano?
¿Que escarnezcan los infieles
Los dolores del cristiano?

“¿Que en Toledo Alimaymón
Tenga zambras y festines
Porque nuestra destrucción
Le conserva los confines?

“Parar mientes te cumplía
Que en negra ambición no hay prez,
Que usurpar es tiranía,
Que Dios ha de ser tu juez.

“Padeciendo mil destierros
Alfonso entre infieles mora
Y a García pones hierro
Y me pides a Zamora.

“¡Cuitada de mí! ¿qué haré?
¿Quién me salva, quién me abona,
Si Rodrigo, a quien amé,
Me desprecia y abandona?

“No esperaba yo tal pago
De la vuestra cortesía
Cuando sin dolor aciago
Gocé vuestra compañía.

“Yo vuestro dormir guardaba,
Vuestro amor fue mi contento,
La vida que respiraba
Recibí de vuestro aliento;

“Vuestro tálamo quería,
Feliz me juzgué entre todas
Y era un cielo de alegría
La esperanza de mis bodas.

“Mas caí del grato Edén
De tanto favor y gloria
En infierno del desdén
Con mi engaño en la memoria.”

-“Señora, respondió el Cid,
Como bueno sirvo al Rey
En las paces y en la lid,
Que ésta siempre fue mi ley.

“La respuesta me dictad
Cual os aplazca mejor
Y a otros tiempos reservad
Querellas de vuestro amor.”

Don Arias alzóse entonces
Al ver de la Infanta el duelo
Que ablandaba duros bronces
Y contestó en su consuelo:

-“La triste experiencia enseña
Sin misterio y sin arcano
Que aquel que nos cerca en peña
No nos quiere dar lo llano.

“Le diréis al que os mandó
Que hay valientes en Zamora
Que responden con un no
Defendiendo a su señora,

“Y que anhelan la ocasión
De dar de su fe probanza
Con sangre del corazón
Uno a uno lanza a lanza;

“Que si piensa intimidallos
Con un cerco grave y lento
Tienen mulos y caballos
Que les sirvan de alimento

“Y antes que entregar los muros
Con mengua de sus deberes
Contra sus entrañas duros
Comerán a sus mujeres;

“Que doña Urraca desdeña
Todo cambio con su hermano,
Que aquel que la cerca en peña
Mal querrá darla lo llano.”

Mal pagado y satisfecho
Despidióse el Campeador
Partiendo a contar el fecho
A don Sancho su señor.

Sañudo el Rey le escuchaba
Cuando el caso refería;
De corazón le pesaba
Tan triste mensajería

Y exclamó: “Mal me pagasteis,
Que vos amáis a mi hermana
Pues con ella vos criasteis
Y a lo que queréis se allana.

“Vos la aconsejasteis mal;
Debo castigaros, Cid;
Yo no puedo facer al;
De mi reino vos salid.”

El Campo dejó Rodrigo
Respirando enojos fieros
Y al partir llevó consigo
Mi doscientos caballeros

Que tenía por vasallos
Y eran siempre los mejores
Por sus lanzas y caballos,
Ardidos y lidiadores.

Al campo nunca volviera
Si don Sancho, arrepentido
Por el daño que temiera
De aquel león ofendido,

Su Amistad y compañía
Con sus cartas no pidiese
Haciendo la pleitesía
Que más al Cid le pluguiese.

3

En la hueste sitiadora
Pregónase que aguisados
Para dar contra Zamora
Estén todos los soldados.

Lo combaten reciamente
Por tres noches y tres días;
No hay ardid que no se invente,
Se renuevan las porfías.

Las cavas ya quedan llanas,
De cadáveres cubiertas,
Desploman las barbacanas,
Tiemblan las ferradas puertas

Y doblando crudamente
Sus intrépidos ardores
Se fieren a manteniente
Sitiados y sitiadores.

Tintas de sangre a fondón
Corren las aguas del Duero,
Que no hay golpe sin lesión
Ni amago sin golpe fiero.

Viendo el Rey la lid osada
Y pérdida lastimera
De su gente maltratada,
Mandó se quitase afuera.

A Zamora en derredor
Puso cerco, pues creía
Que si no cedió al valor
Por hambre la ganaría.

4

De la ciudad sale huyendo
Un hombre traidor y malo
Y le vienen persiguiendo
Los hijos de don Gonzalo;

Que su padre denostó
Mancillando su lealtad
Que al sol que la iluminó
Disputa su claridad.

Vellido Dolfos se llama
Y al Rey se acoge por fin,
Sus manos besa y exclama
Como falsario y malsín:

-“Señor, yo dije al concejo
Que os diese la fortaleza:
Don Arias, astuto viejo,
Se me opuso con fiereza

“Y sus hijos me mataran,
Que tras mí vinieron dos,
Si en la fuga me alcanzaran
Antes de acogerme a vos.

“Recibid si anheláis prez
Al que protección implora,
Que yo os mostraré tal vez
Cómo hayades a Zamora.”

El Rey se le mostró grato
Colmándole de bondades
Y fabló con él gran rato
De todas sus poridades.

Solos los dos cabalgaron
Al lucir la nueva aurora
Y sus cavas registraron
Y dieron vuelta a Zamora.

Con disfraz de buen amigo
El mayor de los villanos
Mostró a don Sancho el postigo
Que llaman de los Cambranos.

Dijo que al llegar la noche,
Con algunos caballeros
Muy fieles y sin reproche
Armados con sus aceros

Por aquel postigo estrecho
Que abierto siempre dejaban
Entraría satisfecho,
Pues los que de guardia estaban

De hambre y laceria morían
Y al choque sin hacer frente
Las puertas les cederían
Para recibir la gente

Por la ribera del Duero
Don Sancho se asolazaba,
Bajó del corcel ligero
Y un venablo que llevaba

A Dolfos lo quiso dar,
Pues se apartó por facer
Lo que no puede excusar
Ningún hombre ni mujer.

Y Vellido, que lo vio
Sin defensa en guisa tal,
El venablo le arrojó
Con furia tan infernal

Que las espaldas llagando
Con honda y cruel herida
Pasó el tronco y fue buscando
Por los pechos la salida.

El traidor riendas volvió
Con las atrevidas manos
Y al postigo cabalgó
Que llaman de los Cambranos.

Viéndolo escapar el Cid
Sospechó su alevosía:
Temió algún infausto ardid
Contra el Rey a quien servía

Y su caballo pidió,
Pidió lanza y se la dan;
Mas la espuela no calzó
Con la prisa y el afán.

Alongósele el traidor
Aguijando su corcel
Y exclamó el Campeador
Con ansia y dolor crüel:

“Este día es el primero
Que dejó de estar en vela;
¡Maldito es el caballero
Que cabalga sin espuela!”

5

¡Río Duero! Tú murmuras,
Tus aguas van acrecidas,
Tus flores bellas y puras
Están mustias y caídas.

Ya mezclaste en tu raudal
Sangre que vertió el valor
Y hoy recibe tu cristal
Las lágrimas del dolor.

Hoy lloran los castellanos
De su Rey la infausta suerte
Culpando a los zamoranos
De tan alevosa muerte.

Tus aguas turbias se ven:
Das murmullo lastimero,
Que tal vez lloras también,
Río Duero, río Duero.

De Zamora al pie del muro
Don Diego Ordóñez de Lara
Después que pidió seguro
Adargándose la cara

Dijo a Gonzalo y sus hijos
Que en las almenas estaban
Y que con los ojos fijos
Muy atentos le observaban:

-“Los de Castilla han perdido
A su Rey y su señor:
Matóle Dolfos Vellido,
Matóle como traidor

“Y en la villa le acogisteis
Y a Dios pongo por testigo
Que traidores también fuisteis
Y por ende vos lo digo;

“Que de traición sabéis
Y traición consentís
Y al traidor que conocéis
En los muertos encubrís.

“Por tan gran maldad y tuerto
Yo riepto a los de Zamora
Tanto al vivo como al muerto
Y al que ha de nacer agora.

“Riepto a cuantos ahí fueren
De toda edad y destino,
Riepto el agua que bebieren,
Riéptoles el pan y el vino.

“Y si alguno se opusiere
Negando mi razonar
Cómo y cuando le pluguiere
Se lo tengo de lidiar.”

Don Arias le respondió:
-“No hubiera de ser nacido
Si cual tú dices soy yo;
Mas no rieptas de entendido,

“Pues no han culpa los pequeños
De lo que los grandes hacen
Ni los muertos en sus sueños
Ni aquellos que agora nacen.

“Que mientes yo te lo digo
Y miente quien te apoyare
Y yo lidiaré contigo
O te daré quien lidiare.”

Esto dijo el buen anciano
Y a la lid se preparaba,
Que aunque su cabello cano
Su cabeza plateaba,

De molesta senectud
Non curó las graves penas
Y el fuego de juventud
Se encendió en heladas venas.


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Poema El cerco de zamora - Juan Arolas