A Daniel Mastroberardino
Porque lo andado, si vuelvo la mirada, es demasiado breve
Comparado con lo que me aguarda,
Adonde camino para cumplir el doble, inevitable destino
De fundir mi carne con la carne de la palabra
Y perderme, más allá de nombre y medida,
Ya sin palabra, destino y sustancia.
Los sueños no alcanzan para mitigar el alma,
Ni la memoria de Ostende, bandadas sobre grúas y engranajes;
Ahora formo un cuenco con mi mano
Para que la sangre derramada no se pierda,
Y pienso en el lastimado, desnudo otra vez sobre la tierra,
Desnudo y desclavado, listo para andar de nuevo
Desde una Bruselas de pétrea arquitectura
Hacia un horizonte de enloquecidas mariposas blancas.