Hay noches donde la magia
es una hilera de alhelíes perfumándonos.
Noches de aves del paraíso.
Sembramos gloxíneas y prímulas,
y hacemos fragancias de la nada.
Hay días en que las espinas son un techo a las zarzamoras:
si metemos las manos con cuidado
habrá delicias en las bocas.
Días que no son espinosos, y sin embargo
escuece imaginar siquiera
a las godítias enramadas con las ipóneas.
Entonces la magia se muda de jardín,
se acomoda en otro cantero
donde no sea esfuerzo hacer surcos
para los esquejes de cinarias y ficus.
Son tan escasas las estaciones de magia…
tan insuficientes las aves del paraíso…
tan engorroso prender tallos de crisantemos…
Es una pena
no hacer cantera en la carne:
canal concéntrico para fuentes inmutables de agua.