No hay dos hombres iguales o el cuadrado de la soledad

Si supiera el himno con que se abren piel y ciudades.
Si la fórmula noble que rinde los breviarios residiera en mi boca.
Si el buey de los peregrinos me llamara de siempre hijomío
y agitara yo – bandera de los libres – toda raíz en la mano…

Si estuviera caminando por las calles de Roma
donde – todo el mundo lo sabe-
son las fachadas las que dicen
qué luz tenemos hoy…

es decir, si yo fuera un caminante

llevaría parejo caimán de tristeza sobre el rostro
que yo

que también estuve en Roma
y la caminé con la escasez de alma suficiente
para intuir el poder de sus piedras
pero ignorar qué se siente, en verdad,
cuando esa luz

lo invade todo.


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Poema No hay dos hombres iguales o el cuadrado de la soledad - Julieta Valero