Movido de mis ruegos, Febo el paso
Alargó de su carro rubicundo.
Espantado de velle todo el mundo
Tan presto madrugando de su ocaso.
Vino la noche, y con el negro raso
De sus ropas, causó sueño profundo,
Muerte que da a la vida ser segundo,
Sino es a mí, que velo y que me abraso.
Amor me manda que velando aguarde
A quien sin haber visto, me enamora.
¡Extraña fuerza! ¡Grave desatino!
Temor me hiela porque me acobarde;
Mas llega tarde ya, que en mi alma mora
Por quien pienso seguir este camino.
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