Melquisedec

– Salmo 109-

Horas en que la lluvia sana
la herida inextinguible.
Ellos te engendran,
libándome como rocío diverso
entre sombras que vuelven al jardín,
que sueñan jardín antes de irse.
La redención cuida sus vientos de orfandad
y todavía escuchas el rumor
escondido de la tierra.
Quédate, luciente.
¿Y cuántas veces supimos restañar
el ojo en la tormenta
hasta exhumar las jerarquías,
los ritos, los linajes perplejos?

El cardo se desmembra
aun sin verlo.
Prestidigitador,
Sucede siempre en la aurora.


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Poema Melquisedec - Manuel Lozano