Esbelto y largo el cuello,
Casi tanto, tan largo,
Como lo fue el deseo de sembrarlo de besos;
Sensual la nariz, conocedora
De que, por complacerla,
Inventaron las flores sus aromas;
Horizonte de fuego la línea de la boca;
Lago, los ojos, de aguas cristalinas
Envueltas en un aura misteriosa,
En las que, fatalmente,
Dulcemente,
Alenté a naufragar a mi mirada…
Y una menuda rosa,
Asomada en el ámbar de tu brazo
Que soñé, arrebatado,
Que no fuera otra cosa que una llamada urgente.
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