Los caballos de suro vienen por el viento

Ya llegó la vendimia
De los frutos sin nombre,
En donde en cada germen
Que oculta la simiente
Hay un hálito macho
Gozando una doncella;
Yo la vi desde el árbol
Donde el viento – nodriza
De los retoños nuevos –
Mece la dulce cuna
De las ramas más altas
Y ha llegado tan sólo
Porque el rosal crecido
Tiene todas sus manos
Llenas de voces blancas.

– ¡Madre:
Los caballos de Suro
Vienen por el viento!

-Un paso más, y ahora
Descolgarás la luna
Sin que nadie nos diga
Que es una voz distante,
Una gardenia muerta,
O una canción redonda
Clavada sobre el cielo.

– ¡Madre:
Los caballos de Suro
Vienen por el viento!

-Únicamente aquellos
Que todavía no saben
Que la tierra es muy grande
Y sólo de unos pocos,
Únicamente estos
No abrirán su piedad
A la mirada triste
De los niños sin pan
Y los perros sin dueño.

– ¡Madre:
Los caballos de Suro
Vienen por el viento!

-No le digas a nadie
Que los pinos son hechos
Con el canto crecido
De los pájaros muertos;
No le digas a nadie
Que la tarde te hastía
Con su mirada enorme
De bestia fatigada.

La humanidad se cansa
De la desdicha ajena,
Del llanto que no brota
Del fondo de sus ojos.

– ¡Madre:
Los caballos de Suro
Vienen por el viento!
Y está lloviendo siempre
– ¡siempre! –
Una lluvia de cielo
Por la noche del aire.


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Poema Los caballos de suro vienen por el viento - Franklin Mieses Burgos