Lobos

Sobre tu piel de oveja sacio mi hambre de lobo.
Te busco, te persigo, te acorralo, te robo.
Con limpias dentelladas devoro tu pellejo:
Me apodero de todo, pero luego lo dejo.
Ya el bosque no me llama. Permanezco a tu acecho
Y bajo el plenilunio perenne de tu techo
Desato mi carnívora hombría en lucha fiera.
Tu olor de mansa oveja, mujer, me desespera.
Rodamos por un suelo de mil amaneceres
-fuiste un día la oveja, pero ya no lo eres-.
Tú y yo nada tenemos que ver con la manada.
Tu vientre es mi refugio de cada madrugada.
Guiado por el sexto sentido de mi instinto
Te venzo en un ataque cada noche distinto.
Tu cama está impregnada de un fuerte olor a cueva
Donde locos, se pierden mi Adán sobre tu Eva.
Fuiste un día la oveja, pero ya no. Tus ojos
De tanto ver los míos se han vuelto también rojos.
Si no me crees, el agua te servirá de espejo:
En mis propias pupilas observa tu reflejo
Y bajo el plenilunio del techo de tu alcoba
Verás como esta noche te vuelves una loba.


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Poema Lobos - Jorge Antonio Dore