No había visto nunca una luna menos blanca
ni cipreses más negros ni aves más imprecisas.
¿Por qué desapareces?
Oigo caer tus lágrimas y te presiento más hermoso
pero también más íngrimo.
¿Me ves alimentando con mis senos maternos
el fuego de este mundo?
¿Escuchas esa música ennegrecida sobre las rosas pisoteadas?
¿Puedes notar mi cabeza que se inclina
como un tallo tristísimo
ante los horizontes más nocturnos?
No es una sombra la que se alarga sobre estas calles
es mi grito afilado por palabras furiosas,
no son pájaros los despedazados en las aceras inmediatas
son todas mis manos que en vano parten la niebla
para alcanzar tu cuerpo sin poder alcanzarte.
Solo para mi sangre huele a sangre tu sangre.
Solo para mi llanto tu llanto no es secreto.
Hoy no puedo tocarte
pero jamás serás más verdadero.
De mi vestido crecen túnicas para cubrir la noche.
Todas las lejanías son paisajes extraños en mi cuerpo.
Si tuviera en los labios una jauría hambrienta de relámpagos míseros
tú serías un beso.
Pero no eres un beso ni unos labios siquiera
eres la lejanía que se funda en el fuego
y yo no puedo más que contemplarte,
incluso lo inmediato me parece tan lejos.