Jesús en bethlehem

Cetrino, de trenzas oscuras,
Jesús escucha al brahmán y se pregunta.
Dobla las manos, apoya la cabeza, se va desmoronando.
Jesús se ovilla junto a un árbol del desierto
Y alza las rodillas.
Escucha la voz del brahmán; todavía no está muerto.
Ni hace frío en Bethlehem.
Después de todo ¿qué es el frío?
Jesús desaparece como un escorpión negro.
Es un punto entre la voz del brahmán y el viento del desierto.
Tengo las rodillas hinchadas, dice.
Se escucha reír, como si hubiera olvidado para siempre
Los ojos de Lázaro.
Si fuera un niño se cortaría las trenzas.
¿Él, Jesús, un niño, se cortaría las trenzas?
Podría ser su madre, también, o una de sus hermanas.
Pero estábamos aquí, en esta pura extensión vacía.
Un vacío de cortinas y de pájaros humeantes.
Allí está Jesús, el hombre.
A1 fin, después de todo, el hombre.
Jesús se ríe, con los labios agrandados, la tos
No lo molesta.
El brahmán sin trenzas y Jesús trenzado,
Con la mano apoyada en la corteza, se detiene su risa.
Se va quedando dormido, oyendo
Susurros de mujeres que vuelven
Pisando la tierra polvosa de Galilea.
¿Es la noche, o es el sol que, como siempre,
Ha venido a poner la suave pincelada en su mejilla?
Ha muerto aquí, dice el brahmán,
En esta misma vaciedad donde se lavan mis manos.


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Poema Jesús en bethlehem - Rogelio Saunders