Te desconozco tanto y tanto me conmueves,
príncipe expatriado de todas mis palabras,
que el temor y el anhelo, simultáneos, persiguen
tu intacto paraíso.
Y escondes la cabeza entre altivas solapas
y celoso custodias, del fino brazo azul,
bocallaves de un reino resplandeciente y ártico.
Deshabitado sueño con su carga de nieve,
su lunarado estigma, por ti fluye.
Y es preciso arrojarse, el más sólido muro
derribado, hasta la seducción final
del precipicio.