Es un cuerpo la penumbra cuya niebla humedece
La dureza de gárgola de unas calles
Que ascienden y están acaso muertas.
El tiempo detiene un dosel de ropa usada
Y deja en el aire su celaje de musgo.
En las fachadas la blancura
Se aviene a la desidia de un destino borrado.
Es verano y la ciudad, debajo tuyo, cobra
Un azul de acuarela, rasgos que disipan
La bruma y los siglos.
No hay voluntad, sólo presencia
De cosas y gentes que de la vida
Rescatan un devenir de inventario.
La tarde, como el mar,
Escinde en dos orillas remotas
La quietud de un recuerdo de plazas vacías.