Es mi pecho calabozo
de tormentos y pesares;
mis labios, los del silencio,
que no aciertan a quejarse.
¿Dónde está mi dicha antigua?
¿Dónde mi ventura grande?
¡Ay amor! Que yo le busco
y jamás puedo encontrarle.
Una ingrata a quien rendido
tuve mi pecho constante
me causa hoy la desventura
que no puede imaginarse.
Después de tantas promesas,
de expresiones tan amables,
de halagüeñas esperanzas
y de un querer tan estable;
después de que yo por ella
he sufrido fieros males,
escoge la incierta dicha
que le ofrece un nuevo amante.
¿Pero qué esperar debía
de un corazón tan infame?
Ingratitud y mudanzas,
desprecios, desdén y ultrajes.
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