En un overo rosao

Al poeta Ricardo Gutiérrez

En un overo rosao,
flete nuevo y parejito,
caia al bajo, al trotecito,
y lindamente sentao,
un paisano del Bragao,
de apelativo Laguna :
mozo jinetazo, ¡ahijuna!
como creo que no hay otro,
capaz de llevar un potro
a sofrenarlo en la luna.

¡Ah criollo! si parecía
pegao en el animal,
que aunque era medio bagual
a la rienda obedecía,
de suerte, que se creería
ser no sólo arrocinao,
sinó tamién del recao
de alguna moza pueblera:
¡Ah cristo! ¡quién lo tuviera!…
¡Lindo el overo rosao!

Como que era escarciador,
vivaracho y coscojero,
le iba sonando al overo
la plata que era un primor;
pues eran plata el fiador,
pretal, espuelas, virolas,
y en las cabezadas solas
traia el hombre un Potosí:
¡Qué!… ¡Si traia, para mí,
hasta de plata las bolas!

En fin: – como iba a contar,
Laguna al río llegó,
contra una tosca se apió
y empezó a desensillar.
En esto, dentró a orejiar
y a resollar el overo,
y jué que vido un sombrero
que del viento se volaba
de entre una ropa, que estaba
más allá, contra un apero.

Dio güelta y dijo el paisano:
-¡Vaya Záfiro! ¿qué es eso?
y le acarició el pescueso
con la palma de la mano.
Un relincho soberano
pegó el overo que vía,
a un paisano que salía
del agua, en un colorao,
que al mesmo overo rosao
nada le desmerecía.

Cuando el flete relinchó,
media güelta dio Laguna,
y ya pegó el grito: -¡Ahijuna!
¿No es el Pollo?
-Pollo, no,
ese tiempo se pasó,
(contestó el otro paisano),
ya soy jaca vieja, hermano,
con las púas como anzuelo,
y a quien ya le niega el suelo
hasta el más remoto grano.

Se apió el Pollo y se pegaron
tal abrazo con Laguna,
que sus dos almas en una
acaso se misturaron.
Cuando se desenredaron,
después de haber lagrimiao,
el overito rosao
una oreja se rascaba,
visto que la refregaba
en la clin del colorao.

-Velay, tienda el cojinillo
Don Laguna, siéntesé,
y un ratito aguárdemé
mientras maneo el potrillo:
vaya armando un cigarrillo,
si es que el vicio no ha olvidao;
ahí tiene contra el recao
cuchillo, papel y un naco:
yo siempre pico el tabaco
por no pitarlo aventao.

-Vaya amigo, le haré gasto…
-¿No quiere maniar su overo?
-Déjeló a mi parejero
que es como mata de pasto.
Ya una vez, cuando el abasto,
mi cuñao se desmayó;
a los tres días volvió
del insulto, y crea, amigo,
peligra lo que le digo:
el flete ni se movió.

-¡Bien aiga, gaucho embustero!
¿Sabe que no me esperaba
que soltase una guayaba
de ese tamaño, aparcero?
Ya colijo que su overo
está tan bien enseñao,
que si en vez de desmayao
el otro hubiera estao muerto,
el fin del mundo, por cierto,
me lo encuetra allí parao.

-Vean cómo le buscó
la güelta… ¡bien haiga el Pollo!
Siempre larga todo el rollo
de su lazo…
-¡Y cómo no!
¿O se ha figurao que yo
ansina no más las trago?
¡Hágase cargo!…
-Ya me hago…
-Prieste el juego…
Tómeló.
Y aura, le pregunto yo
¿qué anda haciendo en este pago?

-Hace como una semana
que he bajao a la ciudá,
pues tengo necesidá
de ver si cobro una lana;
pero me andan con mañana,
y no hay plata, y venga luego.
Hoy no más cuasi le pego
en las aspas con la argolla
a un gringo, que aunque es de embrolla,
ya le he maliciao el juego.

-Con el cuento de la guerra
andan matreros los cobres,
-vamos a morir de pobres
los paisanos de esta tierra.
Yo cuasi he ganao la sierra
de puro desesperao…
-Yo me encuentro tan cortao,
que a veces, se me hace cierto
que hasta ando jediendo a muerto…
-Pues yo me hallo hasta empeñao.

-¡Vaya un lamentarse! ¡ahijuna!…
y eso es de vicio aparcero:
a usté lo ha hecho su ternero
la vaca de la fortuna.
Y no llore, Don Laguna,
no me lo castigue Dios:
si no comparémolós
mis tientos con su chapiao,
y así en limpio habrá quedao,
el más pobre de los dos.

-¡Vean si es escarbador
este Pollo! ¡Virgen mía!
Si es pura chafalonía…
-Eso sí, ¡siempre pintor!
-Se la gané a un jugador
que vino a echarla de güeno.
Primero le gané el freno
con riendas y cabezadas,
y en otras cuantas jugadas
perdió el hombre hasta lo ajeno.

¿Y sabe lo que decía
cuando se vía en la mala?
El que me ha pelao la chala
debe tener brujería.
A la cuenta se creería
que el Diablo y yo…
-¡Cállesé
amigo! ¿no sabe usté
que la otra noche lo he visto
al demonio?
-¡Jesucristo!
-Hace bien, santígüesé.

-¡Pues no me he de santiguar!
Con esas cosas no juego;
pero no importa, le ruego
que me dentre a relatar
el cómo llegó a topar
con el malo, ¡Virgen Santa!
Sólo el pensarlo me espanta…
-Güeno, le voy a contar
pero antes voy a buscar
con qué mojar la garganta.

El Pollo se levantó
y se jué en su colorao,
y en el overo rosao
Laguna a la agua dentró.
Todo el baño que le dio,
jué dentrada por salida,
y a la tosca consabida
Don Laguna se volvió,
ande a Don Pollo lo halló
con un frasco de bebida.

-Lárguesé al suelo cuñao,
y vaya haciéndosécargo,
que puede ser más que largo
el cuento que le he ofertao:
desmanee el colorao,
desate su maniador,
y en ancas, haga el favor
de acollararlos…
-Al grito:
¿Es manso el coloradito?
-¡Ese es un trebo de olor!

-Ya están acollaraditos…
-Dele un beso a esa giñebra:
yo le hice sonar de una hebra
lo menos diez golgoritos.
-Pero ésos son muy poquitos
para un criollo como usté.
Capaz de prendérselé
a una pipa de lejía…
-Hubo un tiempo en que solía…
-Vaya amigo, lárguesé.


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Poema En un overo rosao - Estanislao del Campo