I
El aire que nos queda vamos a guardarlo entre líneas y las manos con tierra amada,
Con distancia y desnudez donde asoma el sueño.
Tal vez, si sobrevive la ilusión de entrar de nuevo la casa paterna,
Busquemos el fulgor de la infancia,
Y sintamos que al balancear la silla de palo reagrupamos los desechos del alma.
II
Habrá habitación llena de luz esperándonos.
Al amanecer, lanzaremos nuestro pecado con la culpa apelmazada, y se hará calle:
La palabra abrirá palabras, por habernos quedado dormidos mientras el aire daba manotazos y se moría;
O llegaba con la lluvia y los raudales que nos recordaron la pecaminosa selva
Donde deseamos ser la balsa de agua que nos relee la memoria,
O concede la certeza de encontrarnos en la neblina mientras las horas pasan discretas
Con saltitos de cabras lechosas que reptan hambrientas sobre las altitudes de la sombra.
III
Pero no escuchábamos. Se sobrepuso el resbalón de las cabangas,
Y mansos nos recostábamos a las paredes donde nos vieron comadronas con llanto de poetas solares,
Tratando de balbucear que el viento se alimentó de miseria entre música sorda de soledades,
Barrancos y marimbas, y niños que vomitaban sangre de sus pulmones en la consumación de la infamia:
Era extraña la pobreza con nubosidad de padrenuestros, procesiones y trago, y más pobreza sin versos vitales.
IV
Entonces, Joaquín Pasos, no hay duda de que el viento se teñía con miseria moderna
Contra la que vos ahora romperías de nuevo los tambores, afiebrados y picantes,
Porque en nuestro país escaseaba el aire mientras vos, desde antes,
Ya reconocías que con aldabones la media noche restallaba con tu risa
Y fiesta perenne de darle a la grey y al alba el inusitado poema.