El triunfo de la muerte

Non c’è di dolcezza che possa
uguagliare la Morte.
Dino Campana

1

Alguien lloraba
en el Camposanto de Pisa.
Sin embargo, las tumbas vacías de los muertos
guardaban la escoria de los vivos.
La muerte siempre triunfa.
Silencio del Camposanto y fuera.
En alguna parte alguien llora.

2

Ahora que definitivamente no podrás contestarme
la espera se convierte en su propio botín.
Frágil, el día universal
volvió vana la precoz indignación.
Sólo la muerte es sólida.

3

Materias impuras
de un incierto dominio.
¿Qué claridad asoma
de su opaca presencia?
¿En su fluir existe
lo que velado pasa?
No hay belleza superflua.

4

Al filo dice madre de esperanza.
La generosa maldad de los oficios
no abandona a su servidor más encumbrado.
Nupcias de silencio llamadas
a heroicas ceremonias de nobleza.
Feliz del que quiere creer y cree.
Esta victoria es una trampa.

5

El ojo avanza y la mano no llega.
En medio, la costumbre de las cosas
la sombra de una luz extranjera.
No acierta el viajero a recordar
su desvelada imagen y el cansado espejo.
El ojo es el fracaso de la mano.
Su ojo es una luz extranjera.

6

Un colorido manto de sombrillas
protege el sueño de plenitud de la especie.
Cuerpos al sol en la tarde de agosto.
¿La tierra o el aire? ¿Los gusanos o el fuego?
Abusos de la imaginación en un mar de arena y carne.
Extensa mancha de horizontal destreza
que en la quietud encuentra su prodigio.
La ausencia es el milagro que repite.

7

La humillación
es el signo de los tiempos.
Para una voz lejana
un recuerdo presente.
Fragmentos de una máscara
que el azar reconstruye.
Temblor y oscuro afán.
Fiesta vedada.

8

Simultáneamente se vive en las ventanas.
Las mujeres se entregan a un futuro cercano
y el verano no encierra más que escasos deberes.
No será éste tampoco el día revelado.
Una mediocridad febril sustenta los objetos
en su reiterada formulación pasiva.
Ese que grita sólo pide un movimiento verdadero.
Sabores de espuma en un cuarto vacío.

9

Vagaba por la casa con ambición furtiva.
Una prisión doméstica bastaba
para hacer muros de huesos compartidos.
Temeroso escondía sus motivos de tregua
y callado esperaba las virtudes ajenas.
Nunca sabré quién era en realidad.
No distingo ni su voz que en este instante me habla.
Una parte de ignorancia y una parte de desdicha.

10

Una noche conjunta vimos
la cara del horror imperfecto.
¿De qué exilio volvía
a disiparse ante un gesto
de la desolación severa?
Con la gravedad de un cadáver hastiado
anfibio mostraba la boca rigurosa.
Venga ahora la luz.
Ya llegará el tiempo de mirar lo oscuro.


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Poema El triunfo de la muerte - Carlos Vitale