Lo quitaron tan tarde, que todos habían olvidado que estaba allí
y nadie recordaba quiénes eran los otros
los del otro lado
por eso no hubo abrazos de bienvenida ni llantos ni vociferaciones
salvo de asombro
días más tarde, quizá meses más tarde,
cuando, serpenteando en los follajes genealógicos
descubrieron que eran parientes, y de ahí esos ojos marrones,
coincidentes, de esas abuelas melancólicas.
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