Llego hasta donde comenzó el Génesis.
Pero de la Abuela Simiente sólo queda
La Higuera Persistente,
Frondosa,
Maternal,
Callada.
Llego a ella siguiendo el ritual enésimo
De atravesar un patio y liberarse del hechizo de una cocina.
Y sigue allí,
Con su pollera verde, como una matrona.
Cuando me ve se agita.
Siento que sus horcones, desde sus ramas hasta sus raíces,
Quisieran abrazarme, estrujarme,
Tan fuerte como la hacía la Abuela Simiente
Cuando llegaba yo desde lo lejano.
Y un cierto cielo y unas ciertas montañas son testigos
De cómo un Nieto Triste anuda un espasmo en la garganta,
Y enjuga una lágrima.
Y ella, la higuera, enjuga un higo.
Entonces las palabras se me vuelven higos.
Y yo soy también un higo.
Un higo pródigo.
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