Primer año de leyes estudiaba
Micisuf, y aspiraba
con todos sus conatos
a ser el Cisalpino de los gatos.
Examinando acaso las Partidas,
halló aquellas palabras tan sabidas;
“Judgador non semeye á las garduñas,
ca manso et non de garras es su oficio;
et faga el sacrificio
de cortarse las uñas.”
¡Las uñas! dijo el gato, bueno es esto;
qué hace sin uñas un curial, ignoro.
¿No vemos que en el foro
trabajan más las uñas que el Digesto?
Consejos en la enemistad
Lanza, amigo, del seno exasperado
la rencorosa agitación que altera
su antigua y apacible mansedumbre.
¿No te duele pasar en tal estado,
sin reposo, infeliz, la noche entera,
y ves la clara lumbre,
que anuncia gozo y paz a los mortales
con ojos que humedece
mortífera pasión? ¿No se estremece,
ceñido en pensamientos infernales,
tu corazón, donde abrigar solía
su aliento generoso,
virtud celeste y pía,
antes que, del averno tormentoso,
la discordia saliera encarnizada
y exhalase ponzoña en tu morada?
Provocola en su ayuda
maligno amor, riendo, y la sañuda
proterva virgen, trémula de gozo,
jamás harta de llanto y de destrozo,
con que los reinos afligidos puebla,
rompiendo la espesísima tiniebla
que su caverna lóbrega circunda,
la cabeza fecunda
en horrorosos crímenes agita,
y tu temprana perdición medita.
Diestra en maldades susurró primero
leve inquietud, cual presto vientecillo
que del tranquilo mar empana el brillo,
para anunciar del bóreas altanero
el rugir furibundo.
después, en lo profundo
de la mente, labró torpe apetito
de recriminación y de venganza.
Con inicua esperanza
de bárbaro delito
lisonjeó tu mente, y satisfecha
viendo rota y deshecha
la inocencia en el alma, te abandona
rugiendo, a la impaciencia y el delirio.
¿Quien calmará el martirio
que te consume? Escucha y reflexiona.
¿Vences acaso al hombre que te ofende
cediendo a tu rencor? ¿No reconoces
su triunfo sobre ti? ¿De él no depende
que penes o que goces,
que el desvelo te agite,
o que tu seno de furor palpite?
¿Sus miradas, sus gestos, sus palabras
no estudias, no examinas, no comentas?
Tú mismo, pues, el férreo yugo labras
en que iluso y perdido te atormentas.
¿Quieres vencerlo? Olvida
y olvida sin reserva;
que el cielo no conserva
la vacilante llama de la vida,
para que el soplo de pasión la apague.
Ley es de su bondad que se propague
cuanto a gozar nos mueve, y el instinto,
dentro a breve recinto,
la pena encierre y su vigor sofoque.
Quien el benigno documento huella,
con llanto y muerte su destino sella.
Deja que alucinada se desboque
por la senda del mal, la insana furia
de la ambición potente, rama espuria
de nuestro ser; que cautelosa afile
la traición su puñal; que el ansia ciega
de oro letal, los pueblos aniquile,
cual torrente que anega
crecidos bosques y elevados muros:
deja que exhale en hálitos impuros
la calumnia, torrentes de injusticia;
que la torpe codicia,
con la sangre inocente
sañuda se alimente.
¿Quieres precipitarte en ese abismo
de crímenes y males,
que oprime y emponzoña a los mortales?
Alívialos y empieza por ti mismo.
Tu seno abre al amor, y de él arroja
la envidia que lo hiela y lo despoja
de candoroso afecto;
la envidia, a cuyo aspecto
pálida y fría, la virtud desmaya.
Respira erguido con holgura; explaya
tu mirada indecisa
por la creación. Con plácida sonrisa
sus prodigios saluda.
Ora amenace lóbrega y sañuda
borrasca altiva, y ora
serena anuncie júbilo la aurora.
Busca al hombre infeliz, y en él derrama
el bálsamo suave del consuelo,
y el abatido espíritu le inflama
con plática bondosa;
y si entonces al cielo
diriges la mirada afectuosa,
verterá sobre ti puros raudales
de goces inmortales.
De entonces, nuevo brío
sentirás en el alma, cual viola
tímida y mustia, eleva la corola
si la restaura matinal rocío.
Vigor extraño sentirás, que impela
tus pasos por la senda abandonada
de la virtud, y esa visión malvada
que el seno martiriza y desconsuela,
será como horrorosa perspectiva,
que escollo activo al navegante ofrece,
y rauda desparece
luego que toca la anhelada rica.