Entonces se decapó la niebla…
Los prófugos
Que merodeaban los abismos
Se hicieron de sombra y sal,
Y resucitaron los cuervos del hambre
Para despojar las lágrimas
Acunadas en las hendiduras vacías
De las manos.
Dijiste:
“eh aquí la voz
Que nunca calla…”
Y solo la luz
Supo de los habitantes misteriosos
Del estío.
Risas funerarias
Jugaron a hacer muecas ilustres
A los corales y las olas;
Inútiles arpegios
Fueron corrompidos por la noche;
Anacoretas de oasis
Pintaron sus silencios en el agua.
Dijiste:
“eh aquí la fe
De los espejos…”
Y se esfumó la voz en el poniente.