Bajo la estrepitosa insolencia de un avión
Que atraviesa raudo el aire
Camino por una avenida entre rótulos comerciales
Y antojos navideños ofreciéndose tras las tiendas.
Se me entrega un acalle a lo largo de mis pasos,
Y es la hora en que en las cafeterías están desayunando,
Entonces tu nombre,
-ángel y árbol trepado a la luz infinita que me alumbradespierta
En mi pecho
Como un relámpago enrojecido
Por la médula cósmica que cubre la vía láctea de tu velo.
La ciudad respira su oxígeno cotidiano
A través del escape maloliente de los buses urbanos,
En una esquina una india vende jugo de naranja
Y llora a su espalda la semilla de la raza en el perraje terciado.
Ha llegado nuevamente diciembre con uvas
Y manzanas
En los escaparates callejeros. Ha llegado diciembre,
Con su termómetro de aire frío
Y lo presiento
Desde mi tristeza
De hojas caídas y fatigables locuras.
En la fuente del Parque Central flotan insectos ahogados,
Dos enamorados
Han dejado impresos sus corazones
Sobre la matutina humedad del cemento.
A un lado de la fuente
-propicia para rumores y fotografías de turistasla
Catedral,
En el atrio
Palomas gorjean,
Recogen
Últimos granos del amanecer.
Ahora la ciudad abre sus puertas bajo el dominio
Del plato solar,
Y del alba no quedan más que escombros ocultos
Tras mi memoria.
Otros aviones acuchillan la apacible calma nubes arriba.
Equivocó un semáforo su mirada verde
Y protestó el asfalto con caucho quemado.
Un cartero en bicicleta entrega una carta de amor,
Y yo me retiro a mi habitación
Sabiendo que en este diciembre
La ciudad se desploma sin tu presencia.