Vuelvo a mi casa, más alta
Que la tuya, Luisa Esteban,
Pero sin una ventana
Que de al atrio de la iglesia.
– ¡Adiós, adiós! –
Y no oyes,
Luisa Esteban.
No levantarás el cántaro,
Por mí, de su cantarera,
Con el agua del aljibe,
Sonora, delgada y fresca.
En tu cama de altos hierros
No dormiré más la siesta.
Ni en tus sábanas de hilo,
Luisa Esteban.
Porque a mí me llevan – mira,
Tú que no oyes, mi pena –
Amores de otras ciudades
Hasta otra calle cualquiera
Que no es ésta con un toro
Descansando ante tu puerta.