Descúbrasse el pensamiento

Descúbrasse el pensamiento
de mi secreto cuydado,
pues descubren mis dolores
mi bivir desesperado.

Que una señora a quien sirvo
mi servir tiene olvidado;
con mi muerte mi servicio
ha de ser galardonado.

Si días m’á dado tristes,
las noches nunca he holgado;
su beldad me hizo suyo,
hermosura en tanto grado
quen su gesto muy hermoso
el de Dios está esmaltado.

De sus gracias excelentes
todo el mundo está espantado;
su crueldad está secreta
y mi mal muy publicado.

¡Dolor de mí, que me veo
suyo de fuerça, de grado!
¡Ay de mí, que la miré
para bivir lastimado!

Triste, ya sin esperança,
loco amador desamado,
aborrecido, cativo,
más que todos desdichado.

Pues que no sé desamar,
¿para qué fue namorado?,
¿para llorar y plañir
gloria del tiempo passado?,

¿para pesar y dolor
siempre tener acordado?
Ningún remedio ventura
para mi mal ha dexado.

Consejos m’án hecho triste,
consuelos, desconsolado;
con los muertos ando bivo
y con los bivos finado.

¡Ved si vieron los nacidos
vida de hombre más penado!
La sepultura fallesce,
quel bivir es acabado;
dádgela, señora, vos,
pues la muerte le avéys dado.

Sed piadosa en el morir,
pues la vida os ha enojado,
y mandad poner encima,
por armas y por ditado,
de letras negras escritas:
“Aquí yaze sepultado
quien murió, en cuyo servicio
nunca le vieron mudado.”


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Poema Descúbrasse el pensamiento - Juan Del Encina