Como el ciego a su casa te conozco:
Al tacto y en la sombra.
Transito por tus blancos aposentos,
Me alimento de ti, de tu persona,
Y en la delicia de una sobremesa
Tomo el postre en tu boca.
Voy a tu corazón
Tanteando los latidos que me rondan;
Allí me acuno móvil
Sin ver, pero sintiendo que se mecen mis horas
En el reloj inquieto de tu sangre
Que me baña de rosas.
Y camino por ti, subo a tus brazos,
Cruzo la curvatura de tu forma;
Me detengo en tus hombros,
Derribo el peso que te agobia,
Y descanso en tu cuello la caricia sin luz
De mi retina absorta.
Reposo en tus oídos
Para escuchar tu risa más cerca, más sonora…
¡Qué piano se desborda en tu alegría!
¡Qué solo de violín alza sus notas!
Allí, en el tímpano agraciado,
Eres para mi amor pura y sinfónica.
Ante tus ojos me detengo:
Son dos ventanas milagrosas.
Con su luz petrifican mi ceguera
-la oscuridad no importa –
Y un húmedo mensaje de lágrimas me dice
Que la felicidad a veces llora.
Así vivo en tu carne,
Desde ti y hacia ti, tallo y corola.
No necesito ver: mi propio sentimiento
Bastonea en tus álgebras más hondas…
(Como el ciego a su casa te conozco:
Al tacto y en la sombra).