De la torpe ignorancia que confunde
Lo mezquino y lo inmenso;
De la dura injusticia del más alto,
De la saña mortal de los pequeños,
¡no es posible que huyáis! cuando os conocen
Y os buscan, como busca el zorro hambriento
A la indefensa tórtola en los campos;
Y al querer esconderos
De sus cobardes iras, ya en el monte,
En la ciudad o en el retiro estrecho,
¡ahí va!, exclaman, ¡ahí va!, y allí os insultan
Y señalan con íntimo contento
Cual la mano implacable y vengativa
Señala al triste y fugitivo reo.
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