Ondula más allá de la existencia
En un crujir de muros derribados,
Y desafiando olvidos renegados,
Le pone al tiempo su inmortal esencia.
No tiene voz ni aroma su presencia
-no se adivinan gestos señalados-,
Y sin embargo surgen entregados
Infinidad de rostros sin ausencia.
Qué inocultable ciencia incomprendida:
Hallar la pena ajena y combatirla
Con el sólo poder de recibirla.
Buscar la mano quieta y extendida
Y ahogar la sed de días esperados
Entre los cuatro brazos entregados.
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