Contemplas
la parte del astro
que no se ve,
la que vive
para lucimiento de su otra mitad.
La estratega misteriosa,
la que deja pasar las estaciones
y amontona cerillas
porque en su territorio
siempre es invierno.
La que descansa
sobre un paisaje de esqueletos,
y se pregunta cómo es posible
que el mundo (todavía) exista.
Ha llegado tu hora,
diosa madre.
Pronto serás una montaña derretida
corriendo entre guijarros.