De falda en falda se trenza nuestra huida,
porque la libertad
se alisa con el miedo,
y muy contados hombres
podrían sostenerla entre sus cardos.
De la madre a la novia,
de la esposa a la amante,
de la amiga a la muerte,
buscamos esa hoguera que nos ata
todo un enorme siglo hasta el otro derrumbe.
Círculo y utopía,
¿dónde hay mayor oscuridad,
en la mesa sagrada o en la ciega aventura?
Ninguna flor nos gusta,
añoramos una seda inaccesible.
Nostálgicos, ansiosos,
no encontraremos nunca la caverna
-con su llama feliz-
ni un prado que nos baste
para saciar los sueños y morirnos.
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