Pasó la tempestad.. . ¡Emprende el vuelo
Como el ave del área,
Espíritu de amor y de consuelo!
Que ya el iris de paz su franja enarca,
Se alegra el firmamento
Y se adormece el mar y calla el viento.
De nuevo olivo la celeste rama
En horrorosa angustia
Desventurada multitud reclama:
Los seres ¡ay! que con el alma mustia
Contemplan entre asombros
Deshechos sus hogares en escombros.
Llega trayendo con amante giro
En voz conmovedora,
En la rítmica nota del suspiro,
Un eco de esperanza bienhechora.
De caridad sublime
Que la fe aliente y el valor reanime.
Recorre de Quisqueya las hermosas
Comarcas florecientes:
Escenas de amargura, lastimosas,
Los ojos miran al girar dolientes,
¡y yermas, desoladas,
Las campiñas del sur infortunadas!…
Sopló sobre ellas en momento aciago,
Con ímpetu sin nombre,
La pavura sembrando y el estrago,
Conturbando el espíritu del hombre,
Indómito, furente,
El huracán del trópico rugiente…
¿No ves sobre la playa los despojos
Del contrastado leño
Que atestiguan del ponto los enojos?
Allá los restos del hogar sin dueño
Despedazados mira
Publicando el furor del viento en ira.
Y los campos también ayer cubiertos
De mieses productoras
Desnudos ¡ay! aparecer desierto:
¡se encresparon las aguas, bramadoras,
Y el desbordado río
Sorbió feroz el bienhechor plantío!…
Todo ceder al general trastorno
En rápidos instantes
De esa bella región miróse en torno,
Y haciendas pingües y riquezas de antes,
Y generosas vidas,
Del estrago en la ruina confundidas.
Llega buscando el óbolo bendito,
La cariñosa ofrenda
Que atesora de bien precio infinito;
Y así llevando la valiosa prenda,
Volemos en ayuda
Del desvalido, el huérfano, la viuda.
Escucha la plegaria que levantan;
En numeroso coro
Ya las manos se extienden, se adelantan
A enjugar de sus párpados el lloro
A preparar abrigo
Al que sin techo se encontró mendigo.
Y a más allá de do la vista alcanza,
Del viento y de la nube,
¡oh, santa caridad! en tu alabanza
Eco de gratitud al cielo sube,
Y ufanos te bendicen
Seres que al mundo tu excelencia dicen.