Calidades en la mujer

Que sea noble, virtuosa y entendida
Porque la necia, loca y sin talento
Podrá hacer amarguísima mi vida;

Mas si quiere ostentar entendimiento
Con los falsos resabios de doctora,
Más la quiero en brutal predicamento,

Que es más fácil sufrir lo que se ignora
Que presumir de altísima ralea
No habiendo en qué llenar la cantimplora.

No la quiero muy linda ni muy fea,
Que aquélla no es un bien, sino un cuidado,
Y ésta me asustara cuando la vea.

Mas entre ambos extremos colocado
A la hermosa por fin elegiría,
Que no quiero fantasmas a mi lado.

Tener yo que guardar la misma arpía
De quien muy lejos existir quisiera,
Es cosa dura, bárbara e impía.

No la quiero tampoco de manera
Que sea rica ni pobre, mas dotada
De una herencia, aunque poca, verdadera.

Pues yo no busco ni mujer comprada,
Ni que sea de mí la mercadora,
Sino con mi peculio equilibrado.

Entre triste y alegre y decidora,
Antes de genio alegre que villano,
Con que temple mi Humor en cada hora.

Porque al fin en lo propio cotidiano
No faltarán los males de costumbre,
Y de los acre entonces se echa mano.

El tener una esposa pesadumbre,
Mas que las telarañas escondida,
Es todo de pena y de herrumbre

Es pintarte un marido de por vida
Con un consorcio tétrico y adusto,
O con una mortaja entristecida.

Galana debe ser para mi gusto,
No para que la aplaudan los ociosos
Que hasta el mismo deber llaman injusto.

Vistiéndose de trajes decorosos,
Sentarla ha lo que decente fuere,
No lo que inventa el sexo vaporoso:

No ha de hacer ella lo que alguna hiciere,
Mas aquello que deben hacer todas,
Y lo que a todas la virtud sugiere:

Ni sea rigorosa de las modas,
Ni en modo de vestir vituperable,
Sino medio entre duelos y entre bodas.

Más que pródiga sea miserable,
Pues se debe a lo uso tener miedo,
Y es el contrario extremo utilizable,

Me gusta más señalen con el dedo
Menos por liberal que por mezquina,
A la mujer a quien mi pecho cedo.

El que sea morena o blanquecina
O pelinegra o rubia sin salero
Nada de esto me para ni amohína;

Lo que me agrada más y sólo quiero
Es que no se haga blanca si es tezada,
Ni se cubra las canas con sombrero.

En chica o grande no reparo nada,
Ni menos en la magra o mantecuda,
Sino entre hueso y grasa entreverada.

Si pongo en paralelo a la huesuda
Con la más grasa para ser mi esposa,
Yo a la primera tomaré sin duda.

Ni la quiero muy vieja ni muy moza,
Porque ni a cuna ni a ataúd convido
En caso de tomar cualquiera cosa.

Ya los arrullos los eché en olvido,
Y los responsos ni los he cantado,
Ni menos a solfearlos he aprendido.

Bástame una mujer hecha a mi agrado,
Que no me obligue, me confunda o muela
Con su origen de Alfonso derivado.

Que tenga poca y buena parentela,
Mas no tías, ni ahijados, ni nodrizas,
Ni demás sabandijas de cazuela,

Pues para tantos no ha de haber camisas,
Y allá en el purgatorio mis libranzas
Las tiraré de preces y de misas.

Yo daría a mi Dios mil alabanzas,
Si muda y sorda mi consorte fuera,
Para ahorrar tertulias y privanzas.

Si la natura una mujer me diera
De estas prendas y de otras adornada,
Con ella al justo, justo me volviera.


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Poema Calidades en la mujer - Manuel Justo de Rubalcava