¡Ay, como fugitivos se deslizan,
Póstumo, caro Póstumo, los años!
Ni la santa virtud el paso estorba
De la vejez rugosa que se acerca,
Ni de la dura, inevitable muerte.
Y aunque a su templo des tres hecatombes
En cada aurora, sacrificio y ruego
Plutón desprecia; a tu lamento sordo.
Él al triforme Gerion y a Ticio
Guarda, y los ciñe con estigias ondas;
Que han de pasar cuantos la tierra habitan,
Pobres y reyes. Y es en vano el crudo
Trance evitar de Marte sanguinoso,
Y las olas que en Adria el viento rompe
Con sordo estruendo, y vano, en el maligno
Otoño, el cuerpo defender del Austro;
Que al fin las torpes aguas del obscuro
Cocyto hemos de ver, y las infames
Bélides, y de Sísifo infelice
El tormento sin mi que le castiga.
Tu habitación, tus campos, tu amorosa
Consorte dejarás. ¡Ay!, y de cuantos
Árboles hoy cultivas, para breve
Tiempo gozarlos, el ciprés funesto
Solo te ha de seguir. Otro más digno
Sucesor, brindará del que guardaste
Con cien candados cécubo oloroso:
Bañando el suelo de licor, que nunca
Otro igual los Pontífices gustaron,
En áureas tazas de opulenta cena.