Soy quien buscó el amor en la palabra
De un sésamo que supo a vino agrio:
No he vivido cuarenta decepciones ladronas,
Pero algo me han robado.
Fugitivo de un sueño,
Llevo insomnes grilletes en los párpados,
Y un dios semidesnudo se me acerca
Con flechas que me han hecho mucho daño.
Mi sangre se resiste al optimismo;
Y, sin embargo,
Hay rocas que iluminan en la tierra
Y hay soles en el cosmos apagados.
(Polizón de la noche,
Escondía en la manga un pasaporte falso.
Salvavidas al hombro, llegué a sentirme en tierra como un náufrago,
Porque el salitre de mis penas
Hinchaba los pulmones del espanto).
Han ido encaneciendo mis plegarias,
Pero Dios dice que es temprano.
Él, que domina el tiempo,
Le da cuerda a la esfera de mis años.
No toda la simiente llega al surco,
Pero una debe haber fructificado,
Porque lancé semillas a los vientos de nadie
Y hoy me asombra un retoño – uno solo – en mis manos…
Amo al amor que ata, paradójicamente,
Desde el Apocalipsis a los Salmos.
No hay vacío más grande que estar lleno de nada;
El corazón es libre encadenado.
Llegué hasta el borde justo del abismo,
La sima turbia me tendió los brazos,
Y entonces, a enclaustrarme en la esperanza,
Vino mi carcelera en el minuto exacto.
Gracias, Señor, por la prisión amable
De esta amplitud sin rejas, sin tiempo y sin espacio.
Tu milagro redime mis deudas con la angustia:
¡Gracias, Señor, por tu milagro!