Es tentación, pareciera justicia:
anular el espacio incapaz
de mostrarnos las estaciones,
de dejarnos sentir la tierra
que una vez llevó dentro.
Pero no está muerto, este lugar.
No está muerto y es mi casa.
La piedra ideada por el hombre,
la segunda naturaleza dictada por el hombre también
nos reserva sus frutos:
tinta absorta del que anhela un paisaje
y sólo accede al paisaje
de la invención.
Yo vengo de otro tiempo, de un espacio
sometido al ritmo brutal de las estaciones.
¡Qué suerte, maestro!
Qué envidia de lomas y pinos,
de dunas y vientos, de higueras y torrentes que deshacen,
con su presencia,
la infección de la palabra.
Nosotros venimos de ver una mesa
y de negar la mesa
porque es sórdida y no responde,
porque es materia procaz para el tropiezo.
Nosotros vamos a otra parte y en el trance
los músculos dan hijos, dan asiento y escena.
Es fértil la pasión del despojado.
Pero a nadie se le escapa
que en el principio fuímos intemperie,
fuímos azote de cementos, burla visionaria
de estos hijos de la necesidad.