Pryscila no ve el mar.
Y, si una vez lo hubo, ahora está muy lejos.
Perdida y sin orillas, a veces está triste
Y da vueltas y vueltas por el fondo del agua.
Otras veces da un giro, se sumerge,
Y se ríe de las nubes que cruzan su ventana.
Y su color añil se vuelve tan intenso
Que da miedo mirarla.