Bien probáis que quien se humilla
Crece, oh virgen, hasta el Cielo,
Pues le fundáis un Carmelo
En cada humilde casilla;
Demás que otra maravilla
Merecen ver superior:
Que las baña un resplandor
Tan apacible y tan fuerte,
Que en cada cual se convierte
Vuestro Carmelo en Tabor.
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