Señor Don Quijote: ¡Dame tu armadura,
tu lanza y tu escudo, tu fuerza y tu honor!…
Quiero por el mundo pasear mi locura,
mientras la sobrina y el ama y el cura
queman los infolios de andanza y de amor.
Desque tú faltaste, no ha cesado el ruego
de los que padecen injusta opresión…
Desque tú faltaste ¡glorioso Manchego!
¡tras cada soldado se oculta un borrego!
¡tras cada nobleza se oculta un follón!…
En el siglo XX, señor, es un hecho
que estamos a obscuras, pudiendo hcer luz;
que a muchos nos dejan sin pan y sin techo;
¡que en nombre de Temis se viola el derecho
y en nombre de Cristo nos cargan la Cruz!…
Señor: ¡Yo he leído tus mismas lecturas!…
Señor: ¡Yo padezco tus melancolías!…
¡Ya me malfirieron tus malaventuras!….
¡Ya me contagiaron tus hondas locuras!…
¡Ya me enloquecieron tus caballerías!
Yo iré por el mundo, sin abrir los labios,
mas que cuando deba predicar el bien…
Todos tus consejos guardaré, por sabios,
y será mi anhelo desfacer agravios
¡aunque nunca sepa ni en dónde, ni a quien!…
Tendré rocinante y un buen escudero
que conmigo parta ventura y dolor…
velaré mis armas y el señor ventero
podrá, sin reservas, armar caballero,
a quien ha mostrado pujanza y valor…
Al rayar el alba, tomaré el camino,
por el cual acaso tornaré después…
Mediré mis armas con el vizcaíno,
¡y no habrá en mi senda gigante o molino
que ignore que valgo lo menos por tres!…
Sabrá mis fazañas la gentil Señora
Doña Dulcinea de mi corazón…
seréle, mañana, tan fiel como agora,
y arderá mi sangre – castellana y mora –
cuando me bendiga desde su balcón…
A todas las dichas, la dicha prefiero
de ser mitad indio, mitad español;
seguir por mi ruta de buen caballero;
¡y tener la gloria de templar mi acero
en la roja lumbre de un gran horno: El Sol!…
Si es “Barataria” por mí conquistada,
fungirá el buen Sancho de Gobernador…
¡Nada tengo ahora, ni pretendo nada!
Y ansí no diredes: “Alonso Quijada
Cambió por doblones quimeras de amor!…”
Ni en las malandanzas cambiaré mi empeño
de amparar doncellas y vencer el mal…
Nunca, ni por nada, cambiaré mi ensueño;
y en el rocinante y en el clavileño,
iré tras el mismo lejano ideal…
Después… malferido, sin yelmo, sin lanza;
con el desaliento de inútil bregar;
sin ansia de honores, ni honor de alabanza,
volveré al terruño, con una esperanza;
¡Ya nunca en la vida sentir ni pensar!
Cuando por mí venga la muerte, no quiero
marchar conociendo la austera verdad;
que si la locura me armó caballero,
¡Caballero y loco tomaré el sendero
– fatigoso y largo – de la eternidad!…
Al fin otros muchos leerán tus lecturas;
llorarán, acaso, tus melancolías;
y enfermos de todas tus hondas locuras,
irán por el mundo, buscando aventuras,
dignas de tus glorias de caballerías…
……………………………….
Mas… agora, dame, señor, tu nobleza;
tu vieja armadura, tu lanza y tu honor…
Quiero por la vida llevar mi tristeza,
mientras Dulcineas, sollozando, reza
por su caballero… ¡paladín de amor!